Mi nombre, no es importante. Tengo cincuenta y ocho años y sé que no cumpliré muchos más según me ha anunciado una echadora de cartas con la que he contactado esta mañana de niños y sol en el Parque del Retiro. Cuando la mujer ha levantado la primera carta me ha mirado fijamente y ha movido la cabeza de un lado a otro sin mediar palabra. Su silencio me ha explicado todo con claridad.

Nunca le he tenido miedo al futuro, por eso le he dicho que se exprese sin temor. Su cara ha sido como un cartel luminoso y ya sé qué es lo que me va a acontecer.

Del pasado, no quiero saber nada. No estoy orgulloso de lo que hecho y no es necesario que me lo recuerden.

Mi vida ha sido intensa y sin complicaciones porque nunca me las he buscado. Suelo escuchar más de lo que hablo y leo más de lo que escribo. Me cuesta aprender y olvido muy fácilmente. Sonrío a menudo y no lloro apenas nunca. No me excedo dando amor y por eso elijo con cuidado el lugar en el que entrego mi modesta cuota de afecto, no obstante, me abruman las querencias que las personas suelen depositar en mí, porque coartan la libertad por la que lucho constantemente. He reclamado felicidad en todos los sitios en los que he estado y me la han dado casi siempre sin yo saberlo. Soy un poco hedonista lo sé, busco constantemente el placer y pocas veces lo consigo. Esto me lleva a un estado de insatisfacción casi permanente del que no culpo a nadie.

Asimilando la información tácita que me acaba de dar la nigromante, regreso a casa. En el camino, los patinadores y los ciclistas con los que me cruzo por el Paseo de Carruajes del Parque se deslizan a mi lado sacudiendo el aire que yo recojo con cuidado y guardo en mis bolsillos, seguro de que lo necesitaré en algún momento.

Salgo a la calle y una cruz verde anunciando una farmacia se destaca a lo lejos. Entro buscando una solución para paliar lo que me resta de vida que he calculado en un mes escaso por la expresión de la mujer.

Una campanita me saluda al abrir la puerta de la botica mientras el aire acondicionado del local me hace dar un respingo.

–Buenos días –me dirijo a una chica joven, ataviada con una bata blanca blanquísima, como de novia virgen.

–Buenas. ¿Qué desea?

–Necesito un específico remedio para curar un estado carencial generalizado que me acontece puntualmente y que me gustaría eliminar o mitigar en unos días.

La petición me sale así, de corrido y hasta yo mismo me sorprendo. La farmacéutica, asiente: –¿Tiene receta?

–Sí –contesto– y saco del bolsillo la carta renegrida por el continuo uso que le ha dado la adivina a través de muchas tiradas.

La maga me ha ofrecido el naipe sin reservas ante la magnitud del acontecimiento venidero y después de observar perpleja, mi aparente pasividad.

–Llévesela y consulte a otro del gremio. Entiendo que desee obtener una segunda opinión.

Estas fueron las únicas palabras que salieron de su boca. Y yo, ni le di las gracias.

La dependienta inmaculada coge mi carta, la mira un segundo y sin soltarla desaparece tras un arco de piedra que comunica con el arsenal de medicinas, antídotos y pócimas que guarda en la recámara del establecimiento. Vuelve en un par de minutos llevando en sus manos una caja de cartón que contiene según me dice, veinte cápsulas de fácil ingestión gracias a un excipiente dulce que las recubre. Amablemente me entrega la caja sujetándola con dos dedos y yo sospecho que no quiere rozarme.

–Son, seis euros.

Pago, me guardo la caja en el bolsillo y el aire recogido hace unos minutos en el camino la envuelve al instante.

Sin prisa, yendo a casa despliego el papel de prospecto y ajustándome bien las gafas para poder leer las diminutas palabras del panfleto, descubro los beneficios de las píldoras:

  1. IBUMISTROL. Lea todo el prospecto detenidamente antes de empezar a tomar la medicina y consérvelo durante todo el tratamiento.
  2. Qué es Ibumistrol cápsulas y para qué se utiliza. Ibumistrol cápsulas se ofrece en grageas que tomadas con la periodicidad que recomiende su guía o doctor le proporcionará un estado de despiste permanente con el que afrontará mejor su cotidianidad. Con ellas aprenderá a no escuchar con demasiada atención a familiares y amigos que, con voz queda y disimuladamente, manifestarán a sus espaldas comentarios tales como que usted vive en un mundo imaginario y que no acepta la realidad.
  3. Antes de tomar Ibumistrol: Este remedio es preventivo. Procure que no le afecten los enredos y líos de los que le rodeen y no intente comprender cómo han podido llegar ellos. Si esto no ha sido posible y ya está afectado la dosis recomendable se duplicará.
  4. Cómo tomar las cápsulas: Siempre con el estómago lleno y acompañadas de un gran vaso de agua a poder ser, fresca.
  5. Posibles efectos adversos: Construcción de un mundo utópico e irreal en el que sólo viva usted y sus circunstancias. Si necesita una ampliación más detallada sobre este punto, remítase a la autoconciencia reflexiva de Descartes o al concepto de vida como realidad de Ortega y Gasset.
  6. Conservación: En lugar fresco y seco.

Al llegar a mi casa que está situada en la Puerta de Alcalá, más concretamente en el subterráneo que cruza la Plaza, deposito mi caja de Ibumistrol al lado de la botella que me acompaña a todas horas, después tomo una pastilla con un sorbo de vino barato y me acurruco encima de los cartones y de una manta mugrienta de color indefinido que me envuelve y me separa del mundo.

Observo pasar a los transeúntes indiferentes que zarandean la corriente formada entre las dos entradas al pasadizo y yo recojo el aire y me lo vuelvo a guardar en los bolsillos, seguro de que lo necesitaré en cualquier momento. Cierro los ojos y regreso a mi propio mundo.

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